martes, 22 de septiembre de 2009

Todo cambia en caminos que se unen

El movimiento es algo en verdad tan maravilloso como sinónimo es de vida. Todo lo que se mueve ha de estar vivo de alguna manera: El viento soplando entre las ramas, la tierra girando sobre su eje, los corazones latiendo al unísono con las melodías de la belleza y la eternidad, el agua que recorre caminos y cambia de pequeños lagos a grandes océanos. Todo siempre en constante movimiento, siempre preservando la vida. El pensamiento es nuestra revolución interior. Pensamos cosas de lo más variopintas que van desde lo más sencillo hasta lo más enrevesado. Viajamos con un contador de tiempo en la muñeca de nuestra mano y sentimos el paso del tiempo para hacernos la misma pregunta sin respuesta: ¿Al final de este día que me sucedió?. Esta noche la Osa Polar sigue en el mismo sitio sin variar su posición. El sol amanece a la misma hora y en el mismo lugar pero nosotros tenemos un camino incierto con puntos suspensivos. Recuerdo aquel sabio de siglos pasados que decía: " ...y sin embargo se mueve". Pienso en los astros del firmamento, las células del cuerpo, los átomos...todo sigue su curso de una manera tan sistemática y precisa... Quiero creer que nuestro camino tiene un destino irrevocable de tal manera que si hoy no nos conociéramos, ya no tardaría el día en que nuestros pasos se dirigiesen al mismo punto. La magia del destino va uniendo el camino de dos que se esperan pero el destino no lo componemos ni tu ni yo. Quizás no nos conozcamos pero es tal la complejidad de este mundo que siempre, de alguna manera, encontramos ese corazón que nos llenará. Todo se mueve y nada es seguro, solo el amor llena de solidez la senda a la felicidad. A veces me pregunto desde esta perspectiva si la vida, el destino o yo mismo facilito lo que siempre busco: Tú sueño y el mío...nuestro sueño.

Erin Sunako y yo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy lindas palabras y una excelentemente narración de lo que podría ser el destino de algunos. el amor cobra vida y cambia nuestras vidas