jueves, 1 de octubre de 2009

La llamada

La música se escuchaba en la lejanía de su pensamiento. Eran las tres de la madrugada. El club de jazz rebosaba de gente desconocida y Peter ya estaba borracho como siempre. Quizás el peor dolor de este mundo sea la crisis de ansiedad por mal de amores; se decía a sí mismo. Como cada noche, Peter entraba en la vana realidad del alcohol, quizás para olvidar quizas, para sentirse un poco más persona...mejor hombre. El recuerdo de aquella mujer se repetía y volvía a repetirse con imágenes en su pensamiento; una maldición que no lo abandonaba. Alguna chica le dijo que los sentimientos son lo peor que hay en esta vida, "los hieres y puede que te acompañen a la tumba" ...le decía. "Esta noche es mi última noche", se decía Peter apurando una botella cargada de veneno. Abrió los ojos a un ambiente lleno de risas y de voces altas, de gente que iba y venía en esmoquín y vestidos de lentejuelas. A su lado lo acompañaba Sam que siempre lo escuchaba y le contaba cosas de algún amor perdido por los bares de Costa Rica...Decía que allí las mujeres eran hermosas como la noche más estrellada y que su amor sólo le costó 25 dólares, lo suficiente para enamorarse porque otra mujer más caval que aquella a pesar de cobrarle dos horas de felicidad, no había conocido en ningún puerto del mundo. Sam no dejaba de hablarle y hablarle sobre lo que es la vida y lo mucho que costaba vivir en la más absoluta soledad sin que nadie tuviera un gesto de amistad para nadie. Le hablaba de los mares del norte, de como le amputaron un dedo del pie en las Islas Galápagos, de su primera borrachera a bordo de un atunero y de que no conocía a su madre...entonces Sam lloraba como un chiquillo perdido de sus padres.
Eran las 3.30 de la madrugada y Peter aún tenía ese sentimiento tan dulce que lo llamaba a las puertas de la muerte. De cualquier rincón del alma, le surgió la idea del suicidio como algo que lo llamaba para el descanso eterno; poner fin a una vida de dificultades mal avenidas y de poner fín al dolor de no querer seguir viviendo. Nunca deseó terminar su vida de aquella manera pero pensó en quitarsela antes de que la vida lo devorara a él. Sin pensarlo le pidió a Sam si podía hacerle un último favor y Sam le dijo que sí. Salieron del club y peter le pedió a Sam que le quitara la vida porque ya estaba gastado de tanto vivir. Sam se puso a llorar por aquellas palabras y que por Diós lo escuchara. Peter le dijo que lo tenía decidido.

- ¡¡Dame una razón para no querer seguir viviendo!!
- Esta noche he sentido una llamada que me quiere como mi propia madre. Es dulce y me dice que me dará descanso eterno. Después de tantos años perdidos de trabajo en trabajo y de taberna en taberna, sufriendo lo que tú has sufrido, no me queda mas salida que entregarme a sus brazos. ¿Tu tienes miedo a morir?.
- Solo me da miedo el dolor de la amargura. He conocido a mucha gente de esa manera que me hablas y no miento cuando soy un cobarde en dejar esta vida. Te pido que no me dejes por muy fuertes que sean tus ansias de morir. Nunca llores lo que has vivido...solo pelea por lo que te queda por vivir. A compañame amigo en este último trago y deja que la vida siga su curso...

El barco zarpaba al amanecer hacia Oriente. Peter vomitaba por la borda su penúltima borrachera y Sam, lloraba por desear ahora lo que Peter...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Para saber de que va el juego, hay que jugar y la vida es el mejor de todos, y debemos jugarla como si fuera el primer y el único juego sobre la faz de la tierra.
Namyra