viernes, 12 de marzo de 2010

Lenguajes

Con frecuencia me habla el corazón y no lo entiendo. Tejo redes enmarañadas que buscan una respuesta pues mis palabras no lo alcanzan. Quizás este llorando, o triste y melancólico sin embargo la raiz de mi corazón se ríe de mí. El pensamiento es mitad de paz que me espera y mitad guerra por conseguirla. A veces no se bién a que rumbo van mis pasos perdidos mientras que los encontrados esperan en lo más profundo. Entender el lenguaje de nuestro corazón es tan simple que lo hacemos complicado. Dar un paso puede costar la misma vida o también podemos avanzar de una manera tan maravillosa que no lo apreciamos en su grandeza.
De todo lo visto y lo vivido me quedo con la niñez. Me encanta ver en un crío esa felicidad que recupera en un instante después de un llanto y de su capacidad de asombro. Observar esa mirada entreabierta llena de imaginación y de inocencia que se mezcla con una increible facilidad en aprender. Entienden el mundo de la forma más ingenua y de sus deducciones brillantes asombran a quién los escuche.
Una vez, se me ocurrió la idea de dejar mi mente en blanco y actuar prescindiendo de la palabra: me resultó imposible hacerlo. Por ahora pienso que el lenguaje más perfecto fabricado por el hombre puede que sea el arte en su más amplia expresión. En mi interior guardo melodías que tocan un fondo donde no llega la palabra. En un vuelo las identifico y siento un placer parecido al de comprender un mensaje poético. Escuchar una melodía favorita es como alcanzar un trocito de gloria pues las manos de un artista tienen un lenguaje tan íntimo, que roba el corazón con significados universales. No hay mayor placer que regalar los valores de esta vida.
Con frecuencia intento definir un enigma sin darme cuenta que en mi camino se aclaran las dudas menos buscadas. Vivimos detrás de una incertidumbre que alumbra verdades...

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