lunes, 9 de agosto de 2010

Carta a Andrés Aberasturi

Desearía que esta carta no tuviese el origen de un lugar definido sino que el agradecimiento de estas palabras, fueran el eco de toda una audiencia entregada a la verdad de un entrevistador y un entrevistado. Mis palabras buscan en su expresión la originalidad de la inspiración y estas líneas, quieren ponerse a la altura de alguien a quien no quieren imitar porque la autenticidad, no tiene el reflejo de un espejo imitador.
Mi nombre es Domingo y el de mi compañera de viaje Antonia. Soy taxista y Antonia, una enferma renal que tiene que desplazarse desde Rute hasta Córdoba (92 km) para hacerse la hemodiálisis. Desde que comenzamos a escuchar tu programa ella me pregunta cada día si hay fútbol o no y cuando lo escucha, su silencio y atención la llena de algo tan impagable como es el calor humano (ella se lo merece).
Antonia es una mujer muy sensible, de corazón puro y ajena a una bondad que derrocha sin darse cuenta. Nuestra relación siempre se ha basado en el respeto mutuo y nunca ha habido altibajos. Desde que comencé mi trabajo como taxista nunca he dejado a un lado mi espíritu servicial y es más, cuando encuentro a una persona con la que congenio, este trabajo se vuelve un hobby. Antonia no ha tenido una vida fácil. Enviudó poco antes de entrar en diálisis y al poco tiempo, padeció el rechazo brutal de un trasplante. Unos años antes crió a un nieto como si fuera su hijo mientras hacia la agotadora tarea de cuidar a su madre con demencia senil hasta que esta murió. A veces me pregunta si Dios existe porque no quiere el final de verse imposibilitada y ser una carga en su familia. Yo, desde mi fe, le garantizo que si existe Dios pero que su final tiene que esperar porque no la quiero perder. Es con toda seguridad, alguien que desde su nobleza conquista corazones.
En fin Andrés, aquí nos tienes a los dos. Hoy es noche de Reyes y me parece raro y poco habitual que este año, además de no comerme las uvas, escriba una carta a alguien que no es Rey mago pero si figura en palabras.

Un abrazo de Domingo Guzmán

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