lunes, 8 de noviembre de 2010

Ben Webster

Cuando la sencillez de una melodía toca fondo, es difícil superarla. Su significado se expande donde no llega cualquier artista y de un golpe, la hacemos nuestra...es cuando los sentimientos alcanzan ese estado de grandeza olvidando esa parte de nuestra vida tan complicada.
Muy de vez en cuando aparece ese músico que me cala hasta los huesos y tiene la facilidad innata de ir componiendo conforme va desarrollando su obra. Tengo discos infinitos de sentimientos que abarcan los más diferentes estilos de música y nunca me cerraré por completo al jazz. A mi forma de ver y de sentir la música encuentro recuerdos que se esconden y duermen durante años hasta que, con solo dos notas de esa melodía, me despiertan de una forma tan natural que su magia despierta de su letargo y vuelve a mi vida cotidiana.
A veces de un golpe de sentimiento, nacen las cosas más hermosas. Si se tiene la oportunidad de expresarlas y compartirlas, nuestro ser se alimenta y se hace crecer; tenemos la satisfación duradera de ver nacer en nosotros un momento de magia y nuestra autoestima vuela por los tejados. Sin duda, hay artistas eternamente inspirados que tienen el don de sacar belleza en lo más pobre y escaso. Esta tarde gris de lluvia, viento y recuerdos, me acordé de un disco de Ben Webster y creo que todo lo dicho anteriormente, lo abarca este increible músico de jazz.

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