domingo, 9 de diciembre de 2012

Calle Pedro Gómez


Volaban las golondrinas perseguidas por mi mirada. El sol, se despedía perdido entre horizontes rojos y aquel niño, no olvidaría jamás aquel momento. Quizás por arte de magia, los sentimientos regresan desde un pasado remoto: Son tantos los recuerdos...
La vida de mi calle está muy unida a la mía propia. Su historia se ha desarrollado a lo largo de los años. Podría decirse que cada rincón forma parte de un recuerdo y de toda su gente que nunca cambió de casa; de los que aun viven y aquellos que desaparecieron para siempre...

Son momentos recuperados en este mes de Diciembre.

Hoy he vuelto a apreciar esa brisa helada con olor a dulce de Navidad. La gente pasaba con bufandas y mi nariz roja desde la azotea, robaba el perfume de los mantecados. Me paseaba por los tejados y mi sierra, corría detrás de un niño o al mismo paso de la gente mayor. Este atardecer de Diciembre ha sido especial. Se me han juntado muchos momentos de mi vida...todos con el rojo, anaranjado o plateado del atardecer. Hoy, la nostalgia me conforta y me ilusiona por sentir esas cosas que me proporciona el corazón. La intimidad es un tesoro olvidado muchas veces. Nos lleva impresa la única identidad y es tal la riqueza absorbida que, en ocasiones,  recordamos cosas casi olvidadas.
Hoy la atmósfera estaba limpia como mi mirada. El frío daba placer. El sonido de mi pueblo era un concierto de ruidos y de gente con pasos absortos en sus pensamientos. El olor a mantecados debería de tener un monumento olfativo para que la gente disfrutara de la canela y la almendra, del azúcar y el chocolate... del sabor de Rute con esa identidad propia.








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