La música, ese bálsamo para el alma. Cuántas veces me ha impregnado. Siento como en un principio suena desde fuera pero sin darme cuenta empieza a fluir en mi, desde dentro. Toca especialmente mi pecho y mi cara...vibra... y se detiene un poco en la garganta, donde a veces se ennudece.
Otras veces se funde también en el paisaje y sale del mobiliario urbano, de las estampas más calurosas y también de las más gélidas...¿como puede hacerlo todo bello? Porque embellecer una puesta de sol o una vista del mar no es gran mérito; pero unos rasgos que en principio son vulgares, unas bolsas de plástico, una pared desconchada o un suelo rugoso y grasiento... advertir ahí una simetría elegante e inusitada, es una realidad que percibo sólo sólo cuando la melodía rebota en sus moléculas y puede conducirlo a mi retina y a mi alma.
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